La frustración es un sentimiento que nos ha aparecido a todos en algún momento a lo largo de nuestra vida. Es una emoción desagradable que surge en momentos donde tenemos consciencia de que no vamos a conseguir algo que queremos, o cuando las cosas no nos salen como esperamos.
La mayoría de los adultos ya ha aprendido a controlar las reacciones de frustración. No obstante, esto no suele ocurrir en los niños, ya que no controlan las reacciones desencadenadas por la frustración. Es de vital importancia aprender a tolerar la frustración cuando son pequeños ya que esto le permitirá afrontar correctamente cualquier futuro problema o imprevisto que le surja a lo largo de su vida.
En este artículo veremos algunas claves que nos ayudarán a enseñar al niño a tolerar la frustración.
Consideraciones previas a tener en cuenta
Hay que saber distinguir una reacción normal a una desproporcionada. Que el niño exprese malestar o desánimo por perder un juego, no recibir un juguete que quería o similares es algo normal. Hasta los adultos mostramos nuestro malestar si no nos salen las cosas como esperamos.
No obstante, las respuestas agresivas, como pataletas, gritos o insultos son respuestas desproporcionadas que deben ser atajadas.
También hay que analizar el contexto. Si el niño tiene la autoestima baja quizá haya que trabajar primero ese aspecto, y luego la frustración si sigue teniendo ese problema. Sin embargo, la sobreprotección y el estar excesivamente mimado suele ser el factor que genera más niños que no toleran la frustración.
A continuación, os mostramos las claves que nos ayudarán a que el niño aprenda a tolerar la frustración.
Dar ejemplo
De tal palo, tal astilla. Esta expresión tan conocida revela una gran verdad: nuestros hijos observan nuestro comportamiento, y por lo general, suelen imitarlo. Por esto, ver una actitud correcta cuando afrontamos situaciones difíciles puede servirle de modelo a la hora de solucionar sus problemas
Enséñale a identificar las emociones que siente
Puede que el niño aún no sepa lo que ocurre en su interior. Si le damos información, si le ponemos nombre a su emoción, el niño aprenderá a reconocerla, lo que ayudará a que pueda gestionarla mejor.
Dale objetivos a cumplir
Una vez conozca lo que es la frustración, dale una serie de objetivos a cumplir. Los objetivos deben ser realistas, ya que hay situaciones incapaces de superar por falta de madurez. Y si supera alguna situación difícil no dudemos en darle encomio.
Evita la sobreprotección y ponle límites
Puede parecer algo bueno, pero no es así. Y es que no se puede dar todo al niño. Si esto ocurriera el niño no podrá hacer frente a los problemas por sí mismo. Además, pensará que siempre puede conseguir lo que quiere, lo que provocará una mayor frustración cuando lleguen situaciones en las que no podrá.
Por ello, no se deben satisfacer sus exigencias cuando se le ve gritando o pataleando. Todo lo contrario, es el momento para que nuestro no sea no, y ayudarle a gestionar la frustración que siente en ese momento.
Además, no todos los fracasos son negativos del todo. Hay derrotas de las que se pueden aprender muchas lecciones. Inculcarle eso al niño para que gestione mejor esas situaciones en el futuro puede ser muy beneficioso para él.
Edúcale en el esfuerzo y la perseverancia
Hay que enseñar al niño que todo lo que vale la pena requiere de esfuerzo. Ese esfuerzo debe ser constante, y habrá situaciones que requieran de una mayor constancia para superar adversidades. Si el niño tiene esos principios bien inculcados conseguirá la mayoría de sus objetivos, además de manejar mejor la frustración.
Promueve la independencia
Cuando los niños dejan de ser bebés adquieren más o menos autonomía, algo que se debe favorecer. Habrá niños que pidan ayuda constantemente, por lo que hay que enseñarles a que puedan encontrar soluciones por sí mismos.